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¿Crees que la misión es solo para “expertos”?

Error. “Vosotros sois la sal de la tierra” (Mateo 5:13), dijo Jesús, y eso te incluye. Cada creyente es un agente de cambio, un eco de buenas noticias en un mundo caótico.

La iglesia no existe para sí misma, sino para los perdidos, los heridos, los invisibles. Basta de reuniones interminables; es hora de acción encarnada: cafés que sanan, calles que gritan justicia.

La misión no pide credenciales, solo corazones dispuestos. Tu vecindario es el campo misionero; tu vida, el mensaje. No esperes una invitación formal—ya la tienes. ¿Te atreves a salir y ser sal donde más se necesita? El mundo no cambiará desde el púlpito, sino desde las trincheras. Empieza hoy. Sé parte del Movimiento de Ciudad y lleva la misión a las calles.

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