Para encontrar nuestro propósito de vida, es necesario explorar cuatro niveles de profundidad en nuestras preguntas:
Superficial: Es el nivel de las respuestas automáticas. «Trabajo para pagar las cuentas». «Hago ejercicio para verme bien». Son respuestas válidas, pero no van más allá de lo inmediato.
Intermedio: Aquí comienzan a surgir respuestas más reflexivas. «Trabajo porque quiero estabilidad para mi familia». «Hago ejercicio porque quiero sentirme bien y cuidar mi salud».
Profundo: En este nivel, encontramos motivaciones más significativas. «Trabajo porque quiero ayudar a otros y generar un impacto positivo». «Hago ejercicio porque valoro mi bienestar y me da energía para cumplir mis sueños».
Propósito de vida: Es el nivel más elevado y transformador. Aquí comprendemos la razón última de nuestras acciones. «Trabajo porque mi vocación es inspirar y servir a otros». «Hago ejercicio porque quiero disfrutar mi vida plenamente y honrar mi cuerpo como un instrumento para mi misión».
Cuando nos conectamos con nuestro propósito de vida, todo cambia. No necesitamos forzarnos a hacer lo que nos apasiona, porque simplemente lo hacemos desde la certeza de que estamos en nuestro camino. Las dudas, el miedo al fracaso y la incertidumbre, pierden poder sobre nosotros.
